Metí las patas…

Hoy vengo a contar una historia donde le hice ghosting a alguien. No me siento orgullosa, no debí haberlo hecho. Lo hice porque no tenía la valentía de enfrentar a esa persona y decirle que no quería nada con él. En mi cabeza era mejor no contestar un mensaje, que hablar con claridad.

¿Por qué? Porque desde tiempos inmemorables, con mi familia y en sociedad, aprendí que enfrentar y decir lo que uno piensa o siente, no es importante. O peor aún, que hacerlo, puede herir a la otra persona, así que mejor no hacerlo.

¡O sea! Really? ¿Qué peor falta de respeto que no decir nada? Todos hemos estado de ese lado, y estoy segura que no nos ha gustado. Entenderlo, ha hecho que ¨agarre para mi saco¨ e intente no volverlo a hacer. Es difícil, no puedo jurar que nunca más lo haré, pero estoy segura que si lo hago, estaré más consciente y eso talvez ayude a que las cosas sean diferentes.

En fin, mi historia se remonta a hace unos cuantos años. Venía de un viaje de trabajo, cansada de la madrugada del vuelo. Llegué a mi casa y no tenía nada qué comer, así que, sin bañarme, con el pelo hecho un desastre, ojos cansados y sin ganas de nada, me fui al supermercado a ver qué encontraba para alimentarme.

En cuanto llegué al super, lo vi con un café, le dije hola y seguí mi camino por los pasillos. Escogí mis alimentos y cuando estaba pagando, él se acercó y me saludó; prácticamente no lo conocía, habíamos coincidido un par de veces en algunos lugares, pero nada más.

– Hey hola, como te va?

– Hola, ¿Bien y vos?

– Bien, bien. Vivís por acá, ¿verdad? Te he visto en el parque con tu perrita.

Así empezó la plática. De repente me hizo gracia que supiera donde vivía y hasta la raza de mi perrita, pero eso pasa cuando somos vecinos.

Nunca había ¨ligado¨ en un supermercado, ni mucho menos con un desconocido. Mientras hablábamos, a la salida del supermercado, solo pensaba en lo ¨hecha mierda¨ que andaba ese día y que ahí estaba, hablando con este mae, sin bañarme, con ojeras, la ropa que tenía puesta era un desastre, etc.

Mis amistades se reían mucho cuando les conté del encuentro, porque era totalmente insospechado que yo ligara en un lugar como ese. Pero bueno, estuve abierta a nuevas posibilidades, no tenía nada que perder, le di mi número de teléfono y unos días después, salimos por primera vez.

Ya no recuerdo donde fuimos en esa primera salida, pero si que hablamos un montón, teníamos varias cosas y gente en común, así que la cosa fluyó fácilmente. Cuando me fue a dejar a la casa, casi que me hice tirada del carro, para que ni siquiera pensara en la posibilidad de que me diera un beso. Siempre he dicho que ¨soy una dama¨ y esas cosas no las hago tan rápido.

Al otro día ya tenía un siguiente mensaje y de ahí en adelante, seguimos conversando y salimos un par de veces más.

Un día, contándole a una amiga, me dijo que lo buscáramos a ver si de verdad estaba divorciado. ¡ella es una genia! Procedimos a buscar en la página más vista en este país: el Registro Nacional. En mi vida se me hubiera ocurrido hacer algo así, porque por lo general soy muy confiada y en este caso, tampoco veía razón para desconfiar; pero estaba divertido el hecho de meternos y ver que salía. Para mi sorpresa, ¡seguía casado! Nos quedamos frías, pensando en qué iba a hacer con esa información. Quise creer que no vivía con la esposa, porque, al menos por lo que hablamos, parecía que no, pero legalmente no había un divorcio. Me di las gracias por ¨ser una dama¨ y no quedó más que tomarnos unas cervezas (mi amiga y yo) para planear la estrategia de la próxima conversación con el susodicho.

En la siguiente salida, le empecé a contar cómo fue mi divorcio. ¡O sea, no podía decirle que lo había buscado en una página! ¡Pensaría que soy una loca acosadora!

– ¿Cómo fue tu divorcio? (cara casual de divorciada hablando con otro divorciado)

– En realidad… no me he divorciado (silencio sepulcral)

– ¿Cómo no? ¿Por qué no? (cara de sorpresa)

– Cuando nos separamos nunca hablamos de hacer el tramite y la verdad no había pensado que fuera necesario. (silencio sepulcral y su mirada viendo al piso)

En ese momento, me estallé de la risa mentalmente, pensando ¡WTF! ¡En que cabeza! ¿Cómo que no lo había pensado?

Así que le dije si usted quiere salir con alguien (entiéndase conmigo o con quien sea) tiene que estar divorciado. Y le expliqué rápidamente las implicaciones de no estarlo, las cuales, al parecer, después de un año separado y con cuarenta y cinco años de edad, no conocía.

Si entendemos ese red flag, ¿verdad? 1. El mae mintió diciendo que estaba divorciado; 2. El mae no sabía que era importante divorciarse o por alguna razón no lo estaba considerando; 3. ¿Necesita a alguien que le diga qué hacer? Podríamos seguir aquí considerando más red flags, pero dejémoslo hasta ahí.

El mae asintió, ¨aguevado¨, y ahí supo que no iba a pasar nada entre nosotros, hasta que ese documento estuviera firmado, ingresado en el registro y enmarcado en la sala de su casa.

Seguimos hablando por mensaje, pero no se atrevía (supongo) a invitarme a salir de nuevo. Unos días después, me dijo que ya había encontrado abogado y que el proceso estaba empezando. Estaba super emocionado, tanto así que me pedía consejos. Cosa que yo no le daba porque no me correspondía (recordemos red flag #3, mencionado arriba). Era su divorcio, no el mío. Él y yo no teníamos nada y además, la verdad es que ya me había hecho la idea de que no quería nada con él, pero no sabía cómo decirlo.

Días después, me escribió diciendo que finalmente estaban los papeles en el registro. Y que ahora sí, podía salir con alguien… y que quería salir conmigo. Le dije que felicidades y evadí el tema de la salida, porque de nuevo, no supe como decirle que no. No quería herir sus sentimientos. Eso fue lo que pensé en ese momento. (ya se, ya se, pero no me es tan fácil ese tipo de conversaciones)

De ahí en adelante, le esquivaba un poco la plática, hasta que ¨parece que entendió¨, y no volvió a escribir más.

Años después me lo encontré y luego de saludarnos, un poco apenado me preguntó:

– Hey, una pregunta incómoda, en aquellas salidas que tuvimos, hice algo que te hiciera sentir mal? Es que de repente no me hablaste más y no supe si dije algo incorrecto o si había metido las patas.

Le dije que no, que nada que ver, que no recordaba que hubiera pasado algo malo. Y ya… ahí tampoco le dije mis verdaderas razones. (¡ya dije que no me es fácil, por favor no juzgar!)

Eso me lleva al inicio… el mae se hizo una idea, se sintió mal porque creyó que algo había hecho. Que, o sea, ¡sí! Pero, nada me costaba decirle desde el principio: mira, la verdad es que no quiero salir con vos, por la razón que sea, tampoco es necesario dar toda la explicación del caso (aunque supongo que depende del caso y de cómo fluya la conversación).

Arriba puse a propósito, en comillas: ¨parece que entendió¨. Esa frase es fea, muy fea, no la digamos más. ¿Cómo que parece que entendió? Entonces, ¿ya nos libramos de la culpa o de cualquier otro sentimiento que nos embarga, por no ser honestos? ¡Eso es aún más irrespetuoso!

En fin, no estoy orgullosa, pero he ido aprendiendo… todo en esta vida es eso: aprendizajes, y nunca dejamos de aprender y desaprender.

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