Cold Heart. Elton John & Dua Lipa.

¨And I think it’s gonna be a long, long time¨

Ya estaba planeado que después del retiro, íbamos de paseo. Ni idea a donde, pero pasearíamos; teníamos un carro de alquiler reservado, con destino a lo que el universo y nuestro libre albedrio nos dijera. Estaba escrito también.

Habíamos sido vegetarianas por 4 días, soñaba con un pedazo de carne, de cualquier animal, no importaba; en mi caso (porque para mi amiga no es tan indispensable) también fantaseaba con la cerveza que iba a tomar saliendo de allí.

Por alguna razón que aún desconozco, salí del retiro enamorada. Enamorada de la vida, o como dice la canción de mi Luis Miguel: ¨amante del amor¨. Todo me parecía hermoso, amaba las flores, la gente, el carro, el mar, todo. Cuando digo amor, es eso… amor… pensaba en lo que fuera y me enamoraba.

Recogimos el carro y empezó nuestro ¨road trip¨ a Celestún. Oyendo ¨Cold Heart¨ todo el camino — literal- grabando videos mientras cantábamos la canción y riéndonos de chistes y estupideces que solo las amigas con tantos años de conocerse, pueden hacer.

Llegamos a este hotelito, hermoso, frente a una playa de agua absolutamente celeste. Comimos en un restaurante también frente al mar, un pescado del tamaño de Dios y por supuesto, mi añorada Cerveza Pacifico (mi mexicana favorita).

En la noche, nos sentamos frente un ¨fire pit¨ (conocido como fogata), los huéspedes del hotel empezaron a llegar, al igual que el dueño; sacaron tequilas de diferentes denominaciones, sabores y colores, y terminamos hablando en todos los idiomas — hasta alemán- en una noche super linda, bajo el cielo oscuro y estrellado, el fuego en frente, al son de música cubana y mucho tequila.

Al otro día, con un poco de goma (conocida en el mundo como resaca) nos despertó ese mar espectacular. Lo teníamos en nuestras narices. Tomé prestado una tabla para hacer stand up paddle, y me dejé llevar. No quería ir muy lejos, porque no conocía la playa y estaba sola, — aunque terminar en Barbados hubiera sido muy lindo — así que lo disfruté cerquita, como nunca lo había hecho y además como estaba enamorada de todo y nada, fue perfecto. Luego de un rato, me acosté y me puse a meditar. Sintiendo como el mar movía la tabla, la brisa marina acariciaba mi piel, mientras se me metía en la nariz, para que luego los pulmones expulsaran ese aire y se fuera libre por los cielos.

Convencí a mi amiga para que entrara al mar con otra tabla, y darle un curso básico de stand up paddle, del cual mi coach, hubiese estado bastante orgulloso. Lo disfrutó mil, a pesar del miedo que inicialmente le daba. Fotos iban y venían, porque ese momento había que plasmarlo en un lente.

De vuelta a la ciudad de Mérida, nos fuimos a conocer el pueblo, que es bastante lindo y super seguro. ¡Creo que nunca había estado en un lugar de México tan tranquilo como ese! Caminamos por sus calles, compramos recuerditos y fuimos a comer deliciosamente (más carne… y margaritas, claro). También puedo decir, sin temor a equivocarme, que la mejor comida mexicana que he probado en la vida, ¡es de ahí!

Mi amiga y yo teníamos años de no pasear juntas, la última vez había sido un road trip a Chicago, que fue extraordinario. Estos paseos son experiencias que definitivamente deberíamos vivir en algún momento con nuestras amistades, son recuerdos únicos, que quedan en la mente y en el corazón. No se cuantas veces le he dado las gracias, o si se las he dado lo suficiente, por haber gestado este plan ¨retiro + paseíto¨. Fue la mejor idea del mundo. Y como dije mi historia anterior, todo empezó a cambiar a partir de ese momento.

You Might Also Like

Leave a Reply