Desde que era joven pensaba en las hijas que traería al mundo…

Sofía y Maria Fernanda, eran los nombres que encabezaban la lista; por alguna razón, nunca pensé en hijos hombres, ni mucho menos en sus nombres. Las niñas me parecían más entretenidas y con opciones mucho más amplias de vestimenta. 

Luego de un divorcio y otra relación llena de indecisiones y una pésima comunicación, no tuve a mis gemelas; a los 42 años, decidí que ya no era el momento, porque no tenía una pareja ni me imaginaba a los 60 años lidiando con adolescentes.

Hoy durante un episodio de horas de dolores menstruales totalmente incapacitantes, comencé a llorar. El dolor era insoportable… y como si mi cuerpo supiera lo que quiere decir la palabra “parir”, lo único que sentía era la necesidad de parir ese coágulo de sangre para aliviar mi dolor. Lloré con más fuerza al saber que nunca había parido, que no se que es eso y que nunca lo sabré.

Luego de ir a la farmacia a que me inyectaran, (y de llorar en medio local comercial) me puse a pensar en ese anhelo de las gemelas. No se si lo deseaba porque fue algo socialmente aprehendido, o si de verdad era algo que quería hacer.

Nunca he estado de acuerdo con esa forma de pensar, en que la vida TIENE que ser nacer + desarrollarse + reproducirse + morir. Como si fuéramos un aparato que viene a este mundo a cumplir ciertas funciones preestablecidas. Ya tuve suficiente aprendizaje con mi ideal de estudiar + ser profesional + casarme + tener hijos + vivir felices para siempre. (aprendizaje hoy se me tambaleó un poco)

Conozco mujeres que siempre han querido ser madres y aunque no tengan una pareja lo llegan a ser, porque es su sueño. Esa no he sido yo, definitivamente. Siempre pensé en estar casada para tener hijos, porque me gustaba la idea de que esas personitas tuvieran papá y mamá presentes. Además de que mi paciencia es bastante poca, así que realmente hubiera necesitado al papá para que también se hiciera cargo y que no fuera mi entera responsabilidad. (como pasa en muchísimos casos)

Hoy tengo super claro que no quiero ser mamá; cosa que cuando preguntan, me toca respirar profundo, porque la gente no entiende cómo hice para decidir semejante atrocidad y no tener otra justificación más que “no quiero”. Por lo general, digo que no se dio el espacio y que luego se hizo tarde, pero admito que en ese momento el corazón se me hace chiquito y hay un silencio incómodo, sobre todo porque ni yo misma estoy segura de que esa fue la razón. 

Porque si…alguna gente emite criterios innecesarios, a quienes no somos mamás. Comentarios como “no opine porque usted no es mamá”, “ quien te va a cuidar cuando seas anciana”, “pobrecita no tiene marido ni hijos, ya no va a ser feliz”, “es que vos como no tuviste hijos…” son pan de cada día, cuando estás cerca de alguna gente que decidió tener hijos. Amistades que dejan de ser cercanas porque nuestras vidas ya no van por el mismo camino o que creen que están mejor que vos, porque tienen ese núcleo familiar… también son pan de cada día. Esos comentarios o acciones, duelen; duelen porque te hacen sentir que ya no encajas en sus vidas y terminas yéndote. El dolor no viene de que no soy mamá, sino de que no hay una aceptación amorosa (por parte de los involucrados) de la vida que decidí vivir.

Una de las cosas que me hizo ver el amor entre madre e hija, fue precisamente con mi mamá. (Por supuesto eso sucedió cuando ya era grande, porque adolescente no lo entendía) No importan los años que pasen, si tengo un problema y necesito a mi mamá, ella esta ahí. Ahí es donde llego a llorar, como si fuera una niña de 5 años llorando porque se cayó de la bicicleta; y es de las sensaciones más reconfortantes que he sentido.

Obvio no es solo cuando tengo problemas o lloro, pero es cuando más me ha hecho click, y me da nostalgia no tener una relación así con una hija o hijo; ese vinculo que, aunque muchas veces romantizado, lo he podido experimentar y lo agradezco, me hubiera gustado tenerlo con mis gemelas.

Hoy me sentí en duelo, porque biológicamente, se acerca el momento en el que definitivamente no voy a tener hijos. Y eso me recordó todos esos ideales y fantasías que en algún momento tuve. Ya no solo se trata de una decisión personal, sino de que mi cuerpo está cambiando, dando paso a una nueva etapa.

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