Solo una noche…
Iba con mi roommate a comprar algunas cosas para pasar el viernes por la noche viendo películas y comiendo palomitas. Mientras escogíamos nuestros alimentos, Mariela se encontró con un amigo, con el cual se quedó hablando por varios minutos; yo seguí en lo mío, buscando mis deliciosas palomitas con caramelo.
– Mae, te presento a Daniel. Es amigo desde el colegio y tengo varios años de no verlo
– ¡Hola, mucho gusto!
– El gusto es mío, que bueno encontrarlas.
Daniel nos invita a que vayamos a su casa de montaña en la noche, donde va a tener una fiesta con varios amigos.
– Gracias por la invitación, hablemos luego para ponernos de acuerdo.
– Listo, las llamo en un par de horas, para darles chance a que se arreglen y paso por ustedes.
Cuando Daniel se fue, le dije a Mariela que me daba un poco de pereza, pero ella insistió; no quería ir sola hasta allá y no sabía quienes más iban a estar, por lo que se sentiría mejor yendo acompañada.
A las nueve de la noche, Daniel nos llama y dice que pasa en unos treinta minutos. Teníamos unos veinticinco años en esa época, así que era normal este tipo de plan nocturno.
Puntualmente pasó por nosotras, nos dijo que no lleváramos nada, él tenía de todo en la casa, así que no hacía falta. Fuimos carretera arriba, llegamos a San José de la Montaña en Heredia. Nos recibió un portón enorme, que poco a poco se fue abriendo, dando lugar a una hermosa cabaña, tenuemente iluminada, con una vista espectacular al valle central y un frio delicioso.
Ahí estaba otro amigo de Daniel.
– ¿Hola qué tal? Mucho gusto, soy Alberto.
Entramos en la casa, perfectamente decorada, con una chimenea que ya Alberto había encendido, así que permitía que el lugar se sintiera bastante acogedor.
Abrieron una botella de vino, después otra y otra. Los ¨otros amigos nunca llegaron¨, éramos nosotros cuatro. Nos dimos cuenta que Daniel nos había mentido, pero bueno, ya estábamos ahí, así que decidimos pasarla bien, conversar y tomar el vino tranquilamente.
No sé en qué momento de la noche o de cuantas copas de vino, fui al baño del piso de arriba, porque el de abajo estaba ocupado. Cuando salí, estaba Alberto afuera esperando para entrar también. Nos vimos con unos ojos misteriosos, hubo una vibra diferente después de esa mirada; lo dejé pasar y fui abajo con los demás.
Después de ese momento, las conversaciones, chistes y servidas de vino, fueron muy intencionales. Mirándonos a los ojos, hablándonos solo los dos, mientras Mariela, que empezó a notarlo, seguía hablando con Daniel.
Otra vez, no se en que punto de la noche o del vino, subí al baño y ahí estaba él; nos empezamos a apretar (entiéndase como besar) y de ahí en adelante, me dejé llevar por el vino, la noche, el frio y las ganas. Dormimos ahí. Mi amiga no tenía la más mínima intención de tener algo con Daniel, así que él se encargó de llevarla a la casa, mientras yo estaba con un desconocido, en medio de la montaña, durmiendo hasta el otro día.
Esa fue la primera y última vez que tuve un ¨one night stand¨. Nunca imaginé hacer algo así, se suponía que era algo que no se hace. Pero ahí estaba yo, despertándome, viendo a un tipo como diez años mayor que yo, durmiendo a la par. Me levanté, lo desperté y de inmediato, me fue a dejar a la casa. Compartimos números de teléfono, quedamos en la típica frase, ¨otro día nos vemos¨ y hasta ahí quedó todo.
Un día me lo encontré en un bar, hablamos unos minutos, pero él se tenía que ir temprano, así que quedamos en que al otro día me llamaba para ir a comer algo.
Mi mente dijo: genial, esta vez el mae quiere salir, cenar, conocernos.
Quedamos para el jueves, siete de la noche. Me alisté divina para mi cita; recibí la llamada de Alberto diciendo:
– Estaba pensando en que mejor vamos a esas ventas de pollo asado y lo llevamos a mi casa. ¿Te parece?
– Eh, ok…
– Perfecto, llegá a la venta que está en la esquina del parque, te veo ahí.
Mi mente de nuevo: ¿Cómo? ¿No va a pasar por mí? ¿No vamos a ir a comer a ningún lado? ¿Vamos directo a su casa? ¿Su mejor idea fue comprar pollo para llevar? ¿estoy a nivel de un pollo asado para él? ¡Que incultura!
Me sentí incómoda; yo tenía otra idea, talvez conociéndonos podríamos tener algo más que un ¨second night stand¨. Pero bueno, ya había dicho que si y la verdad es que quería ver qué más pasaba.
Esa segunda vez, fue super aburrida; mi motivación se había esfumado después del plan que me propuso y yo en vez de decir que no, decidí ir, teniendo la esperanza de que algo cambiara. Mientras estábamos juntos, me di cuenta que no me gustaba, que era diez años mayor que yo y que no me resultaba para nada atractivo y que en realidad, el sexo tampoco ameritaba repetición.
Luego de un rato, me fui y ya no volví a saber nada de Alberto, ni él de mí.
Entendí lo qué eran los ¨one night stands¨ y lo poco funcionales que son en mi vida, aprendí que, si algo no me gusta, no lo hago, aunque antes haya aceptado… y que por más ganas que tenga de pasar un rato con alguien, ¨este pechito no es para cualquiera¨.
PD: ¡no soy un pollo asado… a mi me invitas a comer trufas blancas importadas de Italia!!
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