Lo siento Perdón Gracias Te amo
Mi amiga y yo tenemos alrededor de dieciocho años de conocernos. Hemos vivido muchas cosas juntas y sobre todo crecido inmensamente. Siempre hablamos de amor, desamor, familia, tristezas y alegrías; a pesar de que no estamos en el mismo país, no hemos perdido esa conexión y más bien la vamos transformando en algo un poco mas elevado, espiritual y energético.
Siguiendo esa línea de transformación, mi amiga sugiere que nos vayamos a un retiro para sanar el alma a Mérida, Yucatán. Nunca hemos ido a algo así. Nos reímos un rato de la idea, pensando en los escenarios más descabellados y absurdos que podían pasar, porque la verdad es que no sabíamos a lo que íbamos. Pero la decisión ya estaba tomada, ahí estaríamos en febrero 2022, con nuestra querida sanadora cuántica con la que ya teníamos varios meses en terapia.
Apareció un chat de whatsapp donde estábamos todas las que iríamos al retiro para planear logísticas y detalles del viaje. Por aparte mi amiga y yo hablábamos de que todas se leían muy estudiadas del tema y fijo nosotras íbamos a ser las perdidas, que no entenderíamos nada de nada.
Y así empezó nuestro viaje de transmutación. En una hacienda hermosa dentro de la selva, con menú vegetariano, ni una gota de licor, prácticamente sin celular y puras meditaciones. Nos dejamos llevar por lo que el ambiente nos ofrecía y sobre todo por esas bellas personitas que conocimos y que de alguna u otra forma nos cambiamos la vida entre todas. Estaba escrito.
No había ayahuasca ni nada de esas cosas (ese era el temor de mi madre). Nos levantábamos todos los días, comíamos, meditábamos, paseábamos, volvíamos a meditar y comer, hasta que llegara la noche. Fue espectacular.
Un día fuimos a Mayapán y subimos a la pirámide mayor para hacer una meditación. Recordé que hace años fui a las de Teotihuacan, había gente meditando y yo los veía raro porque no entendía que estaban haciendo. Al recordarlo, me dije a mi misma: mi misma, ¿Qué hago aquí? ¡Yo de esto no se nada! Pero bueno, por respeto a mi, a las demás, y sobre todo porque tenía muy clara que la intención era sanar mi alma, me dejé llevar por la guía de nuestra sanadora favorita. Al término de la meditación, olvidé todo lo que había pasado en esos minutos. Fue inmediato, como cuando te despertás y ya no recordás lo que estabas soñando.
De ahí nos fuimos a un cenote donde nos tiramos al vacío desde una plataforma. Como era de esperar (porque nunca me tiro al agua así) caí mal, me dolió en puta y los moretones duraron varios días. Fue espectacular, no solo por la experiencia de estar en esa maravilla natural, sino lo que representó en un futuro cercano ese salto a lo desconocido.
Pasamos 4 hermosos días, lloramos, reímos, nos dimos consejos, nos asustamos cuando nos encontrábamos en la noche en una sala oscura, discutimos sobre el libre albedrio y hasta cantamos con él; nos liberamos y a pesar de lo fuerte que fue todo, siento que todas, las ocho, fuimos muy felices estando ahí.
Conforme pase el tiempo, escribiré más de lo que representaron esos días, pero por ahora, esas almas que fueron en busca de sanación, transformación y amor, merecen respeto y espacio para seguir su proceso evolutivo. Por ellas, es que esta historia queda escrita hoy, hasta aquí.
Nuestro chat en whatsapp continúa abierto y en funcionamiento. Cuando alguna quiere contar algo, ahí estamos todas para leernos y apoyarnos. Realmente espero que nos volvamos a ver pronto, todas juntas y que el tema del libre albedrio quede resuelto, ¡porque hay mucha tela que cortar!
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