Somewhere over the rainbow. Izrael Kamakawiwo´ole
“Dreams really do come true”
Tenía tres años viviendo en Costa Rica y la visa de trabajo se me vencía en 6 meses. No quería devolverme a Colombia, pero la única forma de no hacerlo, era casándome con un tico. Eso no era una opción real, en ese momento no había novio tico, y jamás podía considerar casarme por conveniencia.
De hecho, algunos amigos sí estaban valorando esa opción, uno de ellos me dijo que nos casáramos, que no importaba, otros que ellos me buscaban a alguien solo para firmar papeles y listo. Pero hubo uno en especial, que luego de unas cervezas, me dijo:
– te diría que te cases conmigo, pero igual no te sirve porque soy español.
Me encantó que lo dijera, me pareció tan divino (léase en acento colombiano al decir esto).
En ese tiempo nos estábamos conociendo, pero como compañeros de trabajo, no había algo que notara interés de ninguna de las partes, simplemente salíamos todos de la oficina, a tomarnos algo y hablar de la vida.
Unos meses después, una amiga cumplía años y fuimos juntos a la fiesta. Ahí él estaba muy pendiente de mí, y como ¨echándome los perros¨, cosa que no había hecho antes. Nos pegamos una fiesta descomunal, la estábamos pasando demasiado bien y al final de la noche, dijimos, ¿y qué tal si nos vamos a ver el amanecer a la playa?
Por supuesto nos fuimos… irresponsablemente hacia el pacífico central a las 3am. Gracias al cielo, nuestro ángel de la guarda y san patricio (era su día) nos cuidaron todo el camino. En esa época no estaba la ruta 27, sino el monte del aguacate, lo cual era peligro total.
En un punto del trayecto, caí en cuenta de que esto sería una locura, pero ya era muy tarde. Entramos a los Sueños, él se encargó de pedir habitación y además que fuera de una sola cama. Mientras caminábamos por el pasillo hacia el cuarto, sentía que se me caía el mundo, ¿Qué estoy haciendo? ya estaba sobria y preocupada, ¿Cómo no pensé en esto antes? ¿ahora qué hago? Fue el recorrido mas largo de la vida, me sentía como ¨camino al matadero¨.
Entramos al cuarto, nos acostamos en la cama, cada uno en una esquina. En un momento me dijo:
– ¿te puedo dar un beso? Con esa tierna vocecita española que tiene.
– noooooo jamassss. Cómo, pero ¿yo le gusto? ¿Cómo así? (léase de nuevo el acento colombiano).
– ¡Si claro que me gustas!
Le empecé a decir que en este momento no sabia qué iba a pasar con mi vida, y no quería empezar algo, porque no estaba claro en qué país iba a vivir o qué iba a hacer. Me quedaban 6 meses de visa en Costa Rica. Y él precisamente estaba tramitando la suya para quedarse ahí por trabajo.
Nos dormimos, cuando despertamos, fuimos a desayunar, hablamos todo el día, nos conocimos mucho, y me di cuenta que no era esa persona solitaria y seria que creía.
He de decir que NO paso nada. Simplemente nos conocimos y ni un beso nos dimos. Pero ya las cartas estaban sobre la mesa, ¡la suerte estaba echada!
Luego de esto, seguimos saliendo, ya en plan de conocernos más, finalmente nos dimos el beso y nos acompañamos todos esos meses que me quedaban en Costa Rica.
Recuerdo acompañarlo al supermercado la primera vez, y ver como solo echaba chorizo, salami, jamones, pan y de vegetales, solamente tomate, para untarle al pan de desayuno. Yo solo pensaba… ¿Qué le pasa a este mae? ¿Qué es esa alimentación? Luego entendería.
Resolví mi tema laboral, con una oferta de trabajo en Estados Unidos, por lo cual mantuvimos nuestra relación a distancia por un tiempo, hasta que se hizo bastante formal, y él se fue a vivir allá conmigo.
Volvimos a Costa Rica a casarnos, porque este fue el país que nos encontró. Ahora somos la familia de múltiples nacionalidades: la colombiana, el catalán y los hijos estadounidenses. Que hablamos de mae, cachundena y marica, todo al mismo tiempo. Hoy tenemos dieciséis años juntos.
Ese día en el bar donde me propuso matrimonio, meses antes, realmente lo estaba haciendo.
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