Enter Sandman. Metallica.

¨We’re off to never-never land¨

A partir de agosto mi vida laboral se volvió una tortura, pasaban cosas sin sentido y dejé de ser feliz estando ahí. Sentía que todas esas expectativas y las ganas que le estaba echando, no iban a ser suficiente, porque había agentes externos que simplemente no estaban alineados con mis intenciones. Empecé a frustrarme como nunca antes y me parece que fue esto lo que detonó el ataque de ansiedad que viví en el fin de semana cumpleañero, y los demás que vinieron después de ese. Estaba muy enojada por lo que ahí pasaba y me sentía muy sola. Uno de mis dos jefes mexicanos favoritos de la vida, se había ido, y ahí estaba yo, a la deriva, viendo como el barco se hundía, sin que él me diera sus palabras de aliento o su dosis diaria de sarcasmo, que me sacaba totalmente de la concentración laboral y motivaba a seguir adelante.

De repente, un día super inesperado, un compañero de trabajo que me caía bastante bien, me dice que si quiero ir con él a hacer una carrera de Trail. En las últimas semanas, que ya estábamos volviendo a la oficina, nos sentábamos a hablar de atletismo, hiking, etc. así que teníamos ese tema en común, el estaba por primera vez entrenando correr en montaña y le habían dado una inscripción para esta carrera.

En ese momento volví a sonreír… me di cuenta de lo que me gustan las sorpresas y que nunca me he permitido decirle eso a nadie. Estoy segura que ni mis parejas, amigos, ni familiares, saben que me encanta ser sorprendida. No me gusta pedirlo, supongo que por eso no lo digo nunca… pero es que sino no sería sorpresa. ¿Verdad?

Claramente mi compañero no me quería sorprender, pero lo hizo, y sin que lo supiera, me sacó de la realidad laboral que me estaba afectando mucho. Así que sin mucho pensarlo, planeamos el viaje, nos inscribimos en la carrera y nos fuimos.

Ahí iba yo, con un casi desconocido (porque no era amigo, sino compañero) un fin de semana para Guanacaste, dándome la oportunidad de vivir experiencias nuevas, con gente nueva. No estaba entrenando mucho en esos días, y nunca había hecho una carrera de montaña, así que el reto me tenia super ansiosa y expectante.

El fin de semana estuvo buenísimo, en la carrera nos fue mucho mejor de lo que esperábamos. Yo estaba acostumbrada a correr en asfalto, lo cual significa no caminar ni parar (al menos que algo raro pase), así que esta carrera fue toda una ruptura de paradigmas, al igual que esos días guanacastecos. Luego de llegar a la meta y un buen gallo pinto, bajamos de la montaña, nos fuimos a la playa, celebramos nuestro quinto y séptimo lugar (en la carrera) respectivamente, volvimos al hotel, para al otro día levantarnos e irnos a San José.

Llegué feliz, super motivada por el resultado de la carrera, porque había hecho algo super diferente y había conocido más a ese personaje con el que meses después seguí hablando, compartiendo experiencias, y dejó de ser compañero para convertirse en amigo.

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